lunes, 5 de diciembre de 2011

Léolo

(Esta crítica cinematográfica la publiqué hace meses, en la web Laboratorio de Prensa).

Léo Lauzon no quiere llamarse así. El marido de su madre (su supuesto padre) está loco, al igual que su abuelo y sus hermanos. Pero Léo no está loco. "Parce que moi je rêve, moi je ne le suis pas". Por eso imagina que, en realidad, su progenitor es un siciliano que (mientras se masturbaba mirando a una exhuberante italiana) eyaculó sobre un montón de tomates. Estos acabaron en el mercado de Montreal, donde su madre sufrió un accidente. Cayó sobre la mercancía y quedó embarazada. Desde el momento en el cual esta ensoñación pasa a ser una convicción, Léo exigirá que lo llamen Léolo. Léolo Lozone.

Así empieza esta película, una de las mejores que he tenido el placer de ver. Léolo pertenece a una familia obrera de Montreal. La herencia genética de su abuelo paterno condena a su padre y hermanos al hospital psiquiátrico durante largas temporadas. Lo que Jean-Claude Lauzon nos muestra es una lucha encarnizada contra la locura; cómo podemos combatirla soñando. Esta es la historia de un niño, un soñador, que despierta al mundo y trata de evadirse de su agobiante realidad. Pero también es una brillante metáfora sobre la vida.